Consiguió engañar al padre y varias noches compartieron cama pero terminó descubriendola el progenitor y la persiguió cuchillo en mano. No consiguió darle muerte este pues los dioses tuvieron a bien convertirla en un hermoso olivo. Gestó bajo su corteza al hijo y hermano a la vez.
Pasaron nueve meses y de su corteza surgió un hermoso bebé de dorados cabellos y ojos color miel. Creció arropado por el follaje de la madre y alimentado por las olivas que el árbol daba. No era un olivo corriente, Olivia, pues daba frutos todo el año y las aceitunas que de él nacían proporcionaban todos los nutrientes que un niño pueda necesitar.
Pronto pasó a ser adolescente el niño y empezó a salir con los amigos del colegio. Estaba de moda por aquél entonces patinar y hacer piruetas. El jovencísimo Adonis era diestro y le gustaba presumir ante sus amigos. Repetía los trucos una y otra vez, cada día hacía piruetas más complicadas.
Llegó el día en el que decidió saltar desde lo alto de unas escaleras. Le salió mal la cabriola y cayó el joven con tan mala suerte que se dio un golpe mortal en la cabeza.
Rápidamente se desvaneció el cuerpo y donde antes había un cuerpo, ahora se veía una hermosa flor llamada anémona
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