Euristeo, al ver que Cerbero no había acabado con Héracles, decidió invalidar este trabajo y encomendarle uno nuevo con la esperanza de que sus nuevos oponentes acabaran al fin con el héroe.
Hacía ya siglos que los Necropolitas perturbaban la tranquilidad de los habitantes de Atenas. Ningún habitante podía salir de su casa después de la puesta del sol porque corrían el riesgo de ser atacados por estos "muertos vivientes" ansiosos de degustar sus suculentos cerebros.
Todo había comenzando cuando el primer rey ateniense, Erecteo quiso construirse un enorme templo en su honor que además le serviría de mausoleo cuando muriera. El edificio que pensaba construir sería tan alto que desde él se podía ver a los dioses en su Olímpica morada. Por fuera sería de noble mármol y por dentro estaría totalmente recubierto de reluciente oro. En su pórtico habría hermosas columnas con forma de bellas ninfas y en su sala principal tenía previsto colocar una estatua criselefantina de sí mismo de descomunales dimensiones.
Como carecía de mano de obra que construyera tamaño proyecto decidió recurrir a las oscuras artes de Circe. Por la noche acudió al cementerio y con un embrujo logró resucitar a los muertos, pero no salió la cosa como esperaba, los muertos del cementerio resurgieron de sus tumbas tal como había previsto pero no obedecían sus órdenes, ni habían sido despojados de la libertad de decisión. Se movían lenta y torpemente en dirección del rey. Intentaba el rey darles órdenes en vano, pero estos seguían sin obedecer. Estos avanzaban lentamente hacia el rey con la intención de devorarlo. Echó a correr entonces el rey para que estos no le alcanzaran y escapó gracias a que no eran precisamente ágiles sus perseguidores. Aquella noche acabaron con un montón de desprevenidos ciudadanos a los que cogieron por sorpresa. Al amanecer estos monstruosos seres volvieron a sus tumbas. Creyó el rey que se había acabado su problema, pero al anochecer volvieron a salir de sus escondites. A partir de entonces, cada noche, salían de sus tumbas para atormentar a los ciudadanos.
Para esta misión Héracles tenía que conseguir el escudo de Atenea en el que aparece la cabeza de Medusa capaz de petrificar cualquier ser vivo. Los Necropolitas son muertos vivientes por eso no podían morir de nuevo, la única manera de acabar con ellos era petrificarlos.
Pidió ayuda a su divino padre para que le ayudara a conseguir el escudo de su hermanastra Atenea. Zeus pidió el escudo a su hija para que su vástago pudiera librar a esas gentes de tan cruel tormento. Atenea accedió a dejarle el escudo para que librara a sus súbditos de los Necropolitas.
Ya con el escudo se dirigió a Atenas y se sentó bajo un árbol del cementerio a esperar la llegada del ocaso. Llegado el momento empezaron a salir de sus tumbas los enemigos de Atenas. Apuntó hacia cada uno de ellos el héroe y en poco tiempo llenó el lugar de esculturas. En agradecimiento la ciudad de Atenas construyó un templo en su honor junto a aquel reguero de estatuas.
Todo había comenzando cuando el primer rey ateniense, Erecteo quiso construirse un enorme templo en su honor que además le serviría de mausoleo cuando muriera. El edificio que pensaba construir sería tan alto que desde él se podía ver a los dioses en su Olímpica morada. Por fuera sería de noble mármol y por dentro estaría totalmente recubierto de reluciente oro. En su pórtico habría hermosas columnas con forma de bellas ninfas y en su sala principal tenía previsto colocar una estatua criselefantina de sí mismo de descomunales dimensiones.
Como carecía de mano de obra que construyera tamaño proyecto decidió recurrir a las oscuras artes de Circe. Por la noche acudió al cementerio y con un embrujo logró resucitar a los muertos, pero no salió la cosa como esperaba, los muertos del cementerio resurgieron de sus tumbas tal como había previsto pero no obedecían sus órdenes, ni habían sido despojados de la libertad de decisión. Se movían lenta y torpemente en dirección del rey. Intentaba el rey darles órdenes en vano, pero estos seguían sin obedecer. Estos avanzaban lentamente hacia el rey con la intención de devorarlo. Echó a correr entonces el rey para que estos no le alcanzaran y escapó gracias a que no eran precisamente ágiles sus perseguidores. Aquella noche acabaron con un montón de desprevenidos ciudadanos a los que cogieron por sorpresa. Al amanecer estos monstruosos seres volvieron a sus tumbas. Creyó el rey que se había acabado su problema, pero al anochecer volvieron a salir de sus escondites. A partir de entonces, cada noche, salían de sus tumbas para atormentar a los ciudadanos.
Para esta misión Héracles tenía que conseguir el escudo de Atenea en el que aparece la cabeza de Medusa capaz de petrificar cualquier ser vivo. Los Necropolitas son muertos vivientes por eso no podían morir de nuevo, la única manera de acabar con ellos era petrificarlos.
Pidió ayuda a su divino padre para que le ayudara a conseguir el escudo de su hermanastra Atenea. Zeus pidió el escudo a su hija para que su vástago pudiera librar a esas gentes de tan cruel tormento. Atenea accedió a dejarle el escudo para que librara a sus súbditos de los Necropolitas.
Ya con el escudo se dirigió a Atenas y se sentó bajo un árbol del cementerio a esperar la llegada del ocaso. Llegado el momento empezaron a salir de sus tumbas los enemigos de Atenas. Apuntó hacia cada uno de ellos el héroe y en poco tiempo llenó el lugar de esculturas. En agradecimiento la ciudad de Atenas construyó un templo en su honor junto a aquel reguero de estatuas.
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